Aun recuerdo el dulce olor de la canela en tus labios. Eras tan suave, tan bello... como los tenues rayos del sol penetrando perceptibles ante mi delicada visión en la habitación de los encantos prohibidos, donde solíamos encontrarnos entre sombras y versos hechos hojas de romero.
Yo era una manzana joven, fresca, vivaz y con mucho color. Perdía mis miedos a la vez que me apretabas contra la hierba que, aun húmeda, me hacía bostezar entre tus pestañas.
La combinación perfecta, el desarrollo imposible. Como una tarta que se olvidaron de hornear el tiempo suficiente, como el motor que pierde la fuerza en pleno atardecer.
Era demasiado perfecto, demasiado bueno para durar....
x.o.x.o.